EZRA


Ezra, ese iba a ser su nombre, se lo pusimos, porque al final, fue un varón, lo sostuvimos en nuestras manos, en casa, con sus 8,25 centímetros, él salió sin molestar, sin causar dolor físico, sus dedos largos y sus pequeños pies perfectos nos robaron el corazón, y lo amamos.
Nosotros ya habíamos escuchado su corazón y lo habíamos visto chuparse el dedo, pero más que eso, oímos su voz y en nuestras mentes jugamos con el, le cambiamos los pañales y no llenamos de besos.
Estamos llenos de paz pero de angustia, llenos de amor y llenos de espera y, al mismo tiempo que llenos de cariño de lugares lejanos algunos y otros inesperados, llenos de ausencia de los más obvios, de algunos que tenían que estar ahí y no…
¿Cómo es que en 14 semanas y dos días nos llegó tanto al centro del alma? Nos preguntábamos nosotros, hasta antes de su «no llegada» ¿Cómo será amar a otro tanto como se ama al primero? ¿Será eso posible? Ahora sabemos que sí, aunque no sabemos muy bien como funciona.
Somos tres de nuevo, aunque fuimos cuatro por un tiempito, tiempito que se sintió intensamente «un día a la vez».
Gracias Dios por ese tiempito que disfrutamos a Ezra, Ezra indocumentado, si, pero su nombre ya quedó ocupado, ya se llama Ezra uno en la familia, y para nosotros, los nombres no se repiten.
El Señor dio, y el Señor quitó; sea el nombre del Señor bendito” (Job 1:21)

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